Vivimos tiempos convulsos, que han cambiado nuestro modo de vida, y que quizá hace muy poco parecían impensables.
Unas veces para bien y otras para mal, las tecnologías de la información han tenido mucho protagonismo en nuestras vidas. Nos han ayudado a comunicarnos con nuestros seres queridos en tiempos difíciles, y a seguir con nuestra actividad laboral sin movernos de casa.
Al mismo tiempo, estas tecnologías de la información, han actuado como altavoz en la aldea global en la que vivimos para que movimientos de todo tipo en diferentes partes del mundo “democrático”, difundan libremente sus mensajes con imágenes de situaciones increíbles que consumimos anonadados por los límites de la realidad que se están sobrepasando.
La democracia tiene muchas expresiones, y en las sociedades de consumo no es solo introducir una papeleta en una urna. Democracia en esencia es la libertad para poder elegir qué, cuándo, cómo y por qué queremos hacer las cosas.
Las “GAFAM” (Google, Apple, Facebook, Amazon, Microsoft), como máximos exponentes de las tecnologías de la información, dominan el universo digital y encabezan esta cuarta revolución industrial que estamos viviendo.
Siempre aceptamos sin rechistar, los larguísimos términos y condiciones que nos imponen estos gigantes con sus aplicaciones. De esta forma les estamos concediendo libertades adicionales para que se metan en nuestra vida privada. Nos justificamos rápidamente afirmando que “no” hacerlo nos dejaría fuera de la interacción social, fuera de Instagram, Whatsapp o Facebook, y asumimos que estar ahí se ha vuelto necesariamente “lo normal”. No estamos convencidos pero lo hacemos y reconocemos que la responsabilidad en la decisión sigue siendo nuestra.
Así se está evolucionando hacia un mundo dominado por el Big Data. Gran parte de los ingresos de estos “GAFAM” vienen de un “like”, una foto, un comentario o un pulgar hacia arriba, que algoritmos punteros de inteligencia artificial se encargan de procesar, almacenar para clasificar-TE.
Toda esta información íntima sobre nosotros y sobre nuestra vida se vende a empresas, que después y de forma muy recurrente, nos ofrecen sus productos y servicios en la red en función de estos datos.
Si las empresas privadas que están detrás de todos estos servicios, tan útiles al mismo tiempo, no nos cobran por usar sus webs y apps y no tienen publicidad…de dónde generan ingresos? Qué venden? A nosotros. Nosotros somos el producto.
En la cuarta revolución industrial a las “GAFAM” les falta una última pieza y límite para completar el puzle pero ya lo están superando: los pagos digitales. Ya se puede divisar el papel creciente de cada uno de estos gigantes como instituciones financieras que les permita dominar toda la cadena de valor: los primeros pasos de Apple con la “Apple Card”; Amazon con su proyecto de banco al uso; Facebook con su emprendimiento de moneda virtual “Libra”.
Obviamente, desde la UE hasta el Congreso de los Estados Unidos, se está frenando con marcos regulatorios a estos gigantes que amenazan con operar o sustituir a instituciones del Estado, incluso al propio Estado, con un poder jamás antes visto para conocer y condicionar el modo de vida de la gente.
Los pagos con cualquier medio digital, móvil, tarjeta…etc, son él último eslabón para que entren más aún en nuestra vida privada, en nuestra intimidad y libertad, registrando, monitorizando y diciéndonos y administrando el qué, el cuándo, el cómo y el por qué comprar. En definitiva, “el poder para el pueblo pero sin el pueblo”.
En las sociedades democráticas y de consumo los pagos en efectivo representan todavía ese reducto privado, de libre elección y autonomía cada vez más socavado. La soberanía de poder elegir libremente el qué, del cuándo, del cómo y del porqué. Esa es la última frontera.
Puede que en 25 ó 30 años no exista el dinero en efectivo, y seguramente la propia concepción del dinero sea bien distinta, pero cada sociedad debe defender los límites de la libertad en su momento y éste es el nuestro. La última frontera.
Álvaro Uribesalazar.
EEFT Spain
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